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Lo había oído en el cole durante el recreo. No quiso escucharlo, o más bien no quiso darse cuenta de que lo había oído. No era pregunta para precisamente hacérsela a sus padres, así que se lo cayó como si fuese un pequeño secreto.
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Esperó paciente que pasara la Nochebuena, comío pensativo las uvas de Nochevieja y apenas durmió los dias posteriores que lo llevaron a la antesala de la mágica noche. Ese día, cuando la luna asomó feliz sus carrillos por el alféizar de la ventana de su dormitorio, sus padres lo invitaron a meterse en la cama. Según sus propias pesquisas y una mirada robada al reloj despertador de la mesilla, papá y mamá se habían empeñado en acostarlo más temprano de lo normal y, bajo su ya sugestionada sospecha, empezó a atar nudos.
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Dejó caer los párpados, fingió haberse dormido, aguantó diez minutos, veinte, tres cuartos de hora. Dormido pero no, arropado pero con escalofríos. Fue entonces, una hora después de haberse metido en la cama cuando asomó su pierna de entre las sábanas y puso un pie en el suelo.
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Tenía que hacerlo con disimulo, quería pillarlos por sorpresa. Ir de puntillas sería la mejor idea. La respiración lenta, casi se oían más los latidos de su corazón que el propio resoplar de su semblante nervioso. Entreabrió la puerta, asomó sólo la cara y esperó media hora más allí postrado. Tenía que apretar los ojos con fuerza para apenas entrever algo pero la causa merecía la pena.
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Aburrido y ansioso por descubrir si lo que había oído a sus amigos del cole tenía pies ni cabeza, se dirigió al árbol, al centro del salón de su hogar y volvió a esperar. Nada. Allí no apareció nadie. Sólo después de unos minutos pudo ver que bajo el adornado abeto con espumillón y bolas plateadas asomaba una pequeña carta. Sin hacer apenas ruido se agachó y tras abrir el sobre extrajo una pequeña cuartilla de papel en la que podía leerse una frase: "son magos....y eso es lo que cuenta
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"Un frío enorme le recorrió el cuerpo desde sus pies descalzos hasta la coronilla. Un pequeño ruido y unas sombras fugaces que parecían querer escapar, le hicieron girarse más rápido de lo que lo hubiese hecho de forma natural.
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Sin avisar, sin pestañear, como en los buenos finales de obras maestras del cine, sus ojos se inundaron de lágrimas...lágrimas de niño. Una pila de regalos se amontonaban justo a los pies del sofá.
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Al fondo, la puerta del dormitorio de sus padres estaba entreabierta. Temblando asomó su cara hacia el interior y gracias al leve reflejo de la luna pudo ver que sus padres dormían plácidamente. Respiró, suspiró, volvió a suspirar, cerró la puerta y se marchó a abrir sus regalos. En su corazón, ilusión plena, en su cara...una sonrisa amable.......
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en la de sus padres, también.
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Pd: Porque la magia es lo que cuenta, cerrad los ojos la noche del cinco de enero...¡¡pero de verdad de la buena!!!
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mmm.. de viaje de estudios???
Y esta ultima me la enviò Sherley Cardenas Arias (Gen: 2000-2001), 
